El misterio de la playa es verdaderamente asombroso

“¡Papá, despierta por favor! ¿Qué es eso?”, gritó un niño emocionado, sacudiendo a su padre. El padre, que disfrutaba de una merecida siesta al sol, se sorprendió por el llanto del niño.

Al ver las cosas extrañas en el agua, Robert abrió los ojos como si acabara de ver un billete de lotería premiado flotando en las olas.

Empezó a correr como si compitiera y pronto estuvo al lado de Katrina. “¿Estás bien? ¿Qué pasa?”, preguntó, con el corazón latiendo rápidamente y con una clara sensación de urgencia. Pero su hija estaba llorando.

Robert estaba preocupado y tomó la mano de Katrina, mirándola como si estuviera rota.

Sin detenerse, se agachó en la arena y metió la mano de su hija en el agua salada. La frotó con fuerza para quitar la sustancia pegajosa que tenía pegada. Pero la sustancia era difícil de quitar.

Todos miraron hacia el origen del grito. Vieron a otro niño en el agua poco profunda, mirándose la mano con miedo y confusión. Había cometido el mismo error que Katrina: tocar uno de esos objetos flotantes. Su mano estaba ahora cubierta de una extraña sustancia negra.

Se desató el caos en la playa. Era como si alguien hubiera gritado muy fuerte “¡Tiburón!”.

En pocos minutos, la playa estaba casi desierta. Casi todos los bañistas se habían ido, dejando atrás toallas y helado derretido. La patrulla de la playa llegó rápidamente en sus vehículos y se detuvo en la arena caliente. Los oficiales saltaron y rápidamente colocaron barreras. Los oficiales, imperturbables, permanecieron en silencio, lo que solo aumentó la tensión en el aire. Con determinación en su rostro, Robert tomó una decisión: regresar a la playa al día siguiente. Cuando llegó a la playa, vio nuevos carteles brillantes por todas partes que decían “Zona restringida”. Estaban colocados en un lugar inteligente para que no se los pudiera pasar por alto.