El día empezó como cualquier otro. El tren transportaba maquinaria, materias primas y una bóveda especialmente segura en el vagón 3.
“Martin, mira esto”, dijo Ethan de repente, subiendo la voz. Unas figuras tenues se movían por el terraplén junto al tren, y avanzaban muy despacio, lo que preocupó a Martin.
Llevaban herramientas en las manos que brillaban: palancas, varas largas y otras cosas que Martin desconocía.
Vestían ropa oscura y sus rostros estaban ocultos.
Volviendo a los controles, Martin revisó el sistema de alerta. La advertencia se había enviado y la siguiente estación ya se preparaba para ayudar.
Encendió las cámaras, que mostraban a los ladrones moviéndose por el tren.
Martin pulsó un botón en el panel de control. El mecanismo del enganche se sacudió, abriéndose ligeramente antes de cerrarse con gran fuerza. El ladrón gritó en el monitor cuando la palanca se dobló y se rompió. La puerta vibró cuando el líder la golpeó con la palanca.
“¡Abran!”, gritó con voz áspera y amenazante. “No sobrevivirán si no lo hacen”.
Los fuertes golpes en la puerta se sintieron en la sala de control. Martin agarró el intercomunicador y pulsó el botón. “Escúchenme”, dijo con voz tranquila pero firme. “Si accionan los frenos de emergencia, este tren descarrilará. Morirán todos. Piénsenlo”.
El líder miró rápidamente por la esquina y vio que se acercaban las luces de la estación.
Los ladrones corrieron en diferentes direcciones, intentando esconderse en las sombras para que no los atraparan.
El líder corrió hacia el otro extremo de la estación; sus largas piernas lo llevaron hacia lo que creyó que era una salida abierta. Uno de sus hombres intentó saltar a las vías, pero el silbido agudo de un agente lo detuvo. Un foco le mostró dónde estaba.
Dos policías lo derribaron poco después. Otro ladrón corrió hacia un túnel de mantenimiento, pero estuvo a salvo por un instante. Un equipo de oficiales se movió rápidamente para bloquearlo.
Un policía saltó sobre él, agarrándolo del brazo, y ambos cayeron al suelo.
Al ver que su líder había sido detenido, los otros ladrones se detuvieron en seco. Al acercarse los policías, cayeron de rodillas, con las manos en alto en señal de rendición.
Después de que todo se calmara, el jefe de estación vio a Martin y Ethan en el andén. La policía se está encargando del resto, pero gracias a ustedes, este tren llegó hasta aquí.
Martin sonrió, pero parecía cansado. “Solo hacemos nuestro trabajo”, respondió, mirando hacia el tren. La bóveda, intacta en el vagón 3, demostraba lo bien que lo habían hecho. Habían mantenido su carga, y a sí mismos, a salvo a pesar del caos.
Al aparecer los primeros rayos de sol, Martin y Ethan se apoyaron en el tren, cansados pero orgullosos. La noche había sido dura, pero la habían superado. El ruido constante del motor del tren les permitiría viajar más rápido en el futuro.